martes, 13 de diciembre de 2011

El desayuno de los campeones...


Quizás estoy demasiado acostumbrado a que me superen las cosas, ya no lloro, las lagrimas se las debió llevar también consigo.

Veo la playa desde el balcón, no dejo de fumar y de beber. Todos callados,  el sonido de la lluvia y la vista de una farola naranja que escupe humo al estar caliente, y empapada por la lluvia, envuelve la habitación. Es todo tan gris… Excepto las farolas naranjas que dan un toque de color al paisaje grisáceo que se extiende ante mí, motas de color se esparcen entre los edificios y una tímida luna emerge de entre las nubes, majestuosa, es tan mágica…

No dejamos de escupir humo, un porro detrás de otro, acompañado por mucha cerveza, y un silencio más que agradable.

Un café y un porro, el desayuno de los campeones. Empiezas el día con cierta euforia combinada con una paz increíble, el mar, el sonido de las olas, no hay nadie.

Recuerdos tristes invaden tu mente, sientes por un segundo que van a poder contigo… Pero no puedes volver a caer al mismo pozo, no otra vez por lo mismo… Así que decides andar un poco, empiezas a andar cada vez más rápido y los recuerdos siguen acechándote, corres, no hay quien te pare, no sabes porque corres pero corres no hay meta, no hay final solo corres.

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Este obra de Quique Perigüell Cabanes está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.