Quizás estoy demasiado acostumbrado a que me superen las
cosas, ya no lloro, las lagrimas se las debió llevar también consigo.
Veo la playa desde el balcón, no dejo de fumar y de beber.
Todos callados, el sonido de la lluvia y
la vista de una farola naranja que escupe humo al estar caliente, y empapada
por la lluvia, envuelve la habitación. Es todo tan gris… Excepto las farolas
naranjas que dan un toque de color al paisaje grisáceo que se extiende ante mí,
motas de color se esparcen entre los edificios y una tímida luna emerge de
entre las nubes, majestuosa, es tan mágica…
No dejamos de escupir humo, un porro detrás de otro,
acompañado por mucha cerveza, y un silencio más que agradable.
Un café y un porro, el desayuno de los campeones. Empiezas
el día con cierta euforia combinada con una paz increíble, el mar, el sonido de
las olas, no hay nadie.
Recuerdos tristes invaden tu mente, sientes por un segundo
que van a poder contigo… Pero no puedes volver a caer al mismo pozo, no otra
vez por lo mismo… Así que decides andar un poco, empiezas a andar cada vez más
rápido y los recuerdos siguen acechándote, corres, no hay quien te pare, no
sabes porque corres pero corres no hay meta, no hay final solo corres.
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