martes, 19 de enero de 2016

Puedo volar.

A veces creo que puedo volar… Tras unos segundos de caída me detiene una cuerda y me salva la vida. Pero puedo volar, esos segundos de ausencia, segundos de alarma, de sensación de que te estamparás como un chicle contra el suelo, y nervios… Aun así puedo volar, aun así decido ponerme el arnés y mojarme otra vez las manos en magnesio, vuelvo a sentir pánico, dolor, estrés, vuelvo a apenas poder mantener el equilibrio y apretando los dientes intentar otro pasito que me de la vida, un canto que me apoye la existencia y me evite tener que emprender el vuelo, ese apoyo inexistente, pero ya sabes, no es que no esté ahí, es que lo has hecho mal. Y es que os tengo que confesar un secreto, me dan miedo las alturas.


 Y me frustra, me replanteo en términos concretos toda mi existencia varias veces, no puedes, no puedes, no puedes. Pero puedo volar y volver a intentarlo desde cero… Que tal vez hablaba de escalar.

jueves, 24 de diciembre de 2015

II

La noche vieja que inhalé los silencios rotos en una habitación vacía de contenido humano, las noches sin dormir y los destellos azules. Un ni si ni no como patadas de perro jugando te remueven la cabeza, hasta la rendija entre la pared, a través del cristal de la ventana por el que se ve la luna.

Solo me he vuelto a ver mirándote y ya he vuelto a no saber dormir. Entrepensarte quema.

 Llevo el corazón agazapado en la garganta, para que cuando cante recordar que si me fuerzo podría salirse, es lo que tienen las borracheras de recuerdos, resacas de tristeza por la falta de intensidad. Las piezas adecuadas se me resbalan dejándome un mar de besos, sonrisas y mi mirada postrada sobre ti, que me recuerda quien me gusta ser.


lunes, 16 de febrero de 2015

Nada.

Nada como despertar a metro y medio de un sueño con gafas y carita de poesía, nada como romper un canto de piedra a latidos con las manos.
Nada y digo nada porque me intento describir a mí mismo que ya no sueño si no es despierto mientras mi perro me da patadas en la cara al despertar, nada como borrar un numero con aroma femenino un lunes por la mañana con resaca de besos.

Despegándome.

Miras la desilusión con cara triste, desde fuera, añoras interés en el como de tu ser. Una lupa sobre ti, buscada, dando calor hasta que quema.
Cuando la quitas de golpe el frío atrapa tus entrañas sedientas de mas de una noche de desenfreno e inconsciencia. Vertederos de ruinas de insomnios, caminos por asfaltar, y tu hoy a que aspiras? A morirme un poco menos despegándome tu piel.
¿Estás ahí? Hoy quiero hablarte de este amanecer sin sentido, de esta mi ruina que me asfixia en la cabeza. Es sencillo, el poder de la indiferencia se ha vuelto mi enemigo.
¿Sigues ahí? Y yo aquí hablando solo, de besos en marquesinas y borrones curiosos. Sabes que una vez fuí tu pupilo con buen gusto y te vuelves contra mi atacandome cuando más te quisiera conmigo... Intento atraparte de nuevo entre mis dedos aferrados a este boli, si no lo sueltan es por miedo a la falta de presión, si esta vez no me alcanzara el alma jamas habría sido yo.

domingo, 15 de febrero de 2015

Pongamos.

Pongamos que hablo de mí y de mis manías, pongamos que hablo del cielo, pongamos que las cosas que pasaron fueron tan absurdas que ni tan solo puedo rozarlas con un sueño. Pongamos que mi miedo no es tu miedo y que no vas a irte, digamos que hablo en sueños y te sueño a ti.

Documento uno.

¿Y quién no soñaría con ser tu rock&roll? A oscuras en las calles de la ciudad, a correprisas por llegar a otro monte deshabitado, como los perros… No se puede ser más feliz que cuando nos compartíamos a besos en la oscuridad que solo puede proporcionar el bendito silencio de la compañía en soledad. Y tocar la guitarra para ti a las tantas de la madrugada, tan fuerte como me permita el alma, que intenta cuidar el momento para que tu y yo pudiéramos ser felices, envueltos en nuestro propio aire, lo conseguimos dejándonos sin él el uno al otro, lo conseguimos arañándonos el alma con las uñas de los ojos, ese aire que de repente… Se lo llevó el viento.


Espero aun recuerdes que me robaste la piel a cañonazos, en esa habitación de paredes por pulir, sin puerta… Con un cachorro lamiéndome el corazón mientras sentía que jamás llegaría tu cochecito azul para comerme a sueños y despertar tan temprano que ni tan solo viéramos el sol, que aun me sigue echando de menos al igual que yo mismo, que te me echo en falta. Dime que si bailamos mañana me pisarás los zapatos y muéreme en este baile.
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