martes, 17 de enero de 2012

Llueve.


Todo era mucho más divertido cuando yo te recibía sin camiseta y tú me empotrabas contra la pared, acariciando mi torso y besándome con pasión. Todo era sencillo entonces, creía pertenecer a un sitio, tener gente que me quisiera, gente a la que importarle, gente que se preocupaba por mí. ¿Tan malo es no querer que la gente se preocupe por ti? Debo estar paranoico, pero que alguien se preocupe por ti es el primer paso a poder hacerle daño.

Buscas una sonrisa cómplice en cualquier parte,  una mirada de deseo, una muestra de que no eres invisible. La ciudad te ofrece eso, miles de miradas de miles de caras que probablemente no vuelvas a ver jamás… Un sentimiento de soledad, de desarraigo se apropia de mi mente, cierro los ojos fuerte y me concentro en la música, abro los ojos, la lluvia está empapándome… Una sonrisa se proyecta en mis labios, algo se apodera de mi cuerpo y me obliga a quitarme el gorro negro que llevo puesto, a dejar que la lluvia inunde mi cabeza y calme un poco mi cuerpo.

Nada importa, solo estas completamente mojado y frío bajo una cortina de agua que se proyecta desde las alturas sobre la ciudad ajena a todo. Y ahí estoy yo, insignificante, bloqueado, atrapado por la magia de la vida. Y no queda nada, día tras día te levantas sin ninguna ilusión, sin ninguna esperanza,  no va a ser un buen día, pasará sin pena ni gloria como tantos otros días, nada que recordar, nada que olvidar.

Aun así intento levantarme día a día para intentar ser un poco mejor persona, un poco mas soñador, un poco menos triste, un poco menos imbécil. Hay días que al abrir los ojos espero encontrarme a alguien a mí lado, nunca sucede.

 Algún día podré volver a soñar.

“Alquilo vuelos sobre abismos apaisados” 
Esta canción le queda demasiado bien a Valencia mojada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
Este obra de Quique Perigüell Cabanes está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.