sábado, 19 de noviembre de 2011

Va de mitades


"Otra vez en la trinchera, amigos míos"
Y con una frase parto, parto lejos, viajo más allá de las fronteras de la decepción y la ilusión, de aquellas cadenas de cristal que parto en pedazos con cada paso. La tarde empezaba aburrida, demasiado aburrida, un montón de trabajos me tenían agobiado. Vuelta a casa, nuevo punto de partida, allí me esperaba mi compañero de piso (de cuyas manos se escribe esta historia) fumado, cómo no... ambos sabíamos que esta noche iba ser grande, pero no me sentía bien conmigo mismo, las dudas me asaltaban... ¿Qué debo hacer? ¿Terminar? Todavía no, no es el momento. Un telón sería demasiado definitivo.


Sé que a veces no actúo como es correcto, lo sé, no me importa una mierda, actúo como creo que es correcto, en torno a mi parecer. No quiero gustaros, no lo necesito, no lo he hecho nunca, ni pretendo que alguna vez ocurra. Es mi conciencia la que manda y guía mis pies. De todos modos sigo teniendo mi opinion lógica e incuestionable, soy así de cabezota, pero acabo teniendo razón. A todos quienes he dado consejo han terminado por admitirlo, al menos en temas de amor. Soy un capullo, lo sé, no necesito que me lo recordéis... yo solo me autocastigo.
Entramos a la sala medio vacía, esperándola repleta, daba lástima ese gran artista entre tan poca gente, aunque eso nos consiguió un autógrafo. Sobra decir que pasé casi todo el concierto con los ojos húmedos, escuchando aquellas briznas de poesía que se filtraban entre su voz y el rasgar de las cuerdas de la guitarra.
Terminó el concierto y buscamos algun garito abierto aunque claro, después de escucharle era imposible meterse en otro pub de mierda a escuchar basura antimelódica.


Volver a casa a meternos una cachimba y lo que quedaba de cerveza era lo más viable, humo en pulmones y mente, adormecer la conciencia que nos ataca a traición, que nos recuerda lo que no hacemos o hicimos bien... y la acallamos a base de drogas, la sepultamos bajo capas y capas de ebriedad, ¿por qué? Porque es más fácil que enfrentarse a la realidad, esa realidad que duele, que te apuñala por las espaldas. En el momento justo en que te estabas empezando a fijar en que eras feliz, ahí está con su puñal envenenado de traiciones, envidias y deseos inconfesables, obligándote a dormir con un ojo abierto, a mantenerte tenso, en alerta.
Y por eso nos emborrachamos. Por eso bebemos. Para olvidar. Para recordar, muchas veces con ira. Para que parezca que nada nos importa, cosa que poco a poco se convierte en verdad.
Estoicismo. La última barrera que nos queda, lo único que puede defender nuestra mente cuando nuestra barrera emocional se derrumba.
Y por eso brindamos. A la salud y memoria de todos quienes beben para acallar una mente ruidosa. Porque aun pareciendo inmensamente diferentes, en el fondo no somos tan distintos.




Dices que ya no te duele, pero te quema por dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
Este obra de Quique Perigüell Cabanes está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.