Mi corazón palpitaba fuertemente en mi pecho, apresuraba mis
pasos adelantado a gente por doquier, todos en bañador, trasnochados, ignoraba
todo aquel gentío y andaba firme hacia mi objetivo. Ese objetivo que me daba
tal confianza en mí mismo, esa confianza para seguir, para sonreír al mundo,
ese objetivo no podías ser más que tú. Llegue al lugar acordado, después de lo
ocurrido la última vez que hablamos no
podía estar mas que nervioso, tome asiento sobre un bordillo del paseo, frente
al chiringuito negro como habíamos acordado y encendí un cigarrillo mientras
miraba al paseo con cierta ansiedad, no podía dejar de darle vueltas y mi
cabeza parecía uno de los conciertos de la noche anterior. Miles de ideas, como
personas agolpándose frenéticamente y danzando al son del compás que marcaban sus
pasos acercándose desde la marabunta de gente que había en el paseo.
Cada vez estaba más cerca, era real otra vez, ya no solo
estaba en mi mente y no daba la vuelta ni pasaba de largo, se dirigía hacia mí
con un paso inquebrantable pero somnoliento, su precioso caminar, siempre
encantador, hipnótico. La miraba a la cara, radiante como siempre, feliz, ella siempre estaba guapísima y encantadora,
seguro que aun lo está. Y esas piernas de infarto que precedían a un exquisito
cuerpo de mujer con unos pechos perfectos. Sigo preguntándome como termine
enamorándome de tal belleza y que vio ella en mí, no lo sé, y quizás no quiero
saberlo.
Me levante a recibirla boquiabierto y en ese instante olvidé
a toda aquella gente, todas aquellas ideas que se agolpaban y zarandeaban mi cabeza
fijaron su atención en ella, se amansaron, yacían ahora calmadas, susurrando. En
ese instante solo existías ella, solamente ella, nadie más podía aparecer en mi
mente en aquel momento. Se lanzo a mis brazos y yo la recibí apretándola contra
mí, fuerte, como si tuviera que impedir que se marchara de nuevo, no era capaz
de soltarla. Silencio, me percate de que no escuchaba nada solo la veía a ella,
y dejó caer un sencillo saludo con su pequeña boquita perfecta, al cual yo
respondí rápido pero con cierta timidez y no pude evitar más que decir lo ya
evidente que la echaba mucho de menos, ella igual que siempre le restaba
importancia al asunto sabiendo que para mí era un gran muro, que se erigía
frente a mí, enorme, casi monstruoso, inexpugnable.
Entramos en la playa semivacía que nos gritaba impaciente
que nos estaba esperando que había pasado demasiado tiempo desde la última vez
que fuimos a visitarla, que pisamos juntos sus aguas y admiramos su grandeza.
Una vez más juntos contemplamos sus colores y por un momento volví a ser feliz,
sin embargo el muro seguía allí y en mis ojos se proyectaba aquel triste muro y
se percibía en mi una sensación de desolación que hacia mi sonrisa una especie
de mueca triste. La vio y me instó a que dejara de hacer eso, que no nos
hiciera eso, yo no pude soportarlo más y la bese, a lo que respondió
gustosamente. Pasaron más cosas esos días en los que yo no era persona aunque
era divertido, pero conforme iba avanzando hacia la estación de aquel lugar, a
pie, mochila la espalda y botas
calzadas, me daba cuenta de que tras de mí estaba aquella chica que se
marcharía dejando un enorme vacío en mi.
Cuando vuelvas
supongo que será tarde para mí, ojalá no lo fuera, ojalá no sea demasiado duro
saber que estás aquí y no poder estar contigo. Shhhh…
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