lunes, 3 de junio de 2013

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Despierto, levemente desorientado, quietud, calma, reina el silencio en la habitación. No queda sueño, el desvelo hace mella en mí y lo desahogo escribiendo en este blog.

Me asaltan pequeños viejos recuerdos, caras, de todas ellas, risueñas, encantadoras, todas aquellas que en algún tiempo habrían sido mis musas y me entrego plácidamente de lleno a unos recuerdos, uno por cada. Ay, los primeros bellos contactos. Ahora veo las determinaciones de los primeros toques, la leve intensidad de despistadas caricias que intentaban llevar algo a buen puerto. Un rechazo que no lo fue, las risas de ambos sabemos que va a ocurrir, aunque yo no lo supiera, un leve toque en el abdomen, tanteando.

Al final recuerdo el patrón común, largas conversaciones nocturnas. Una lucha contra el sueño, un hoy no quiero dormir porque no pienso en el mañana, porque mi prioridad es el ahora. Y… ¿Sabéis?  Disfruté cada uno de esos instantes, aunque no fuera lo que debía hacer. Aunque no tuviera nada claro, tenía claro que quería esos instantes, que los quise guardar en mi memoria para hoy poder decir:


“Mereció la pena, pese a todo el dolor que pudiera haber después, fue único, no me arrepiento de nada.”

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Este obra de Quique Perigüell Cabanes está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.