lunes, 18 de febrero de 2013

Convertidos en tinta negra.


Estoy asustado, mi cabeza es un bullicio, se desparraman las ideas sin sentido alguno y se proyectan corazones en las paredes de mi alma, todos ellos están rotos y al impactar desgarran con sus afilados cantos unos sueños que ayer fueron reales.
¿Quién ha muerto hoy? No lo sé, demasiada gente para que sea importante, dicen que la muerte de uno es una tragedia, la de miles una cifra, totalmente cierto.
Hemos olvidado las caras, los sueños, las miradas, nos hemos vuelto fríos cual reptil y no dejaremos de repetirnos que somos seres racionales.
¿Racionales? Y una mierda, dioses que no existen, moral inexistente.
Hoy tengo miedo del mundo, tengo miedo de hablarte y que no me entiendas, que no me entienda ni yo a mi mismo.
Se me eriza la piel y te miro desde la lejanía, tan solo eres el recuerdo de unas palabras amables, una idealización de ti misma. Quiero saber que te mata, quiero tocar cada centímetro de tu piel, que seas mía por un instante, echarte de menos si te vas.

Mi vida no merece ser escrita, aun así mis pensamientos necesitan salir porque al fin y al cabo salen propulsados siempre convertidos en tinta.
Quiero llevar mi púa. Necesito música. Te quiero aquí conmigo. No es tiempo de silencio, para el silencio nos queda toda una eternidad. Pero tengo miedo, del silencio, del rechazo, de darme cuenta de que nada es como yo creía, aunque eso ya haya pasado, me gustaría hablarte, poder trasmitirte toda la intensidad que siento. Que me entiendas y me mires con una sonrisa, me digas que no pasa nada, que tú estás ahí, y a tomar por culo el miedo, por la simple razón de que tú estás ahí, que no me va a doler.

¿Sabes a que juegan las nubes?

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Este obra de Quique Perigüell Cabanes está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.